Es quizás en el amor donde la vida es más injusta a veces, aunque hay injusticias más grandes, son las del amor las que más duelen en lo más profundo de tu ser y las que más perduran en el tiempo.
Pasaron muchos años hasta que la volví a ver de nuevo. Era Alba, mi gran amor de juventud, vivimos un bonito romance en aquellos tiempos, pero nuestros jóvenes corazones no fueron capaces de mantener vivo aquel amor. La inmadurez y la desconfianza termino por separarnos, pero aun así nunca me olvide de ella.
Habían pasado 20 años, en todo ese tiempo nunca supe nada de ella, hasta que de nuevo volví a verla. Me dio mucha alegría y aunque nuestras diferencias habían terminado con lo nuestro, todo aquello ya carecía de importancia.
Alba había echo su vida junto a Javier y tenía una hija preciosa, pero la vida no la había tratado bien, Alba ya no era aquella chica alegre y jovial con ganas de vivir y divertirse, se había convertido en una persona triste, amarga, sin ganas de vivir, infeliz y aunque ella intentaba poner su mejor sonrisa, su mirada reflejaba la tristeza que había en su corazón. En ese tiempo, la vida le había arrebatado a su madre, a una hermana y lo más cruel de todo, a un hijo. Esto ultimo fue lo que hundió a Alba y la sumió en una profunda depresión, su vida se reducía a su trabajo y a cuidar a su preciosa hija que era la que le daba algo de motivos por los que vivir. A base de pastillas pasaba sus noches sin poder conciliar el sueño, su corazón estaba herido y en la soledad lloraba la terrible perdida de su hijo.
Javier estaba siempre a su lado, pero indiferente, la chispa entre ellos se había apagado, ya ni siquiera compartían lecho, Alba dormía en su habitación con su hija y Javier en la habitación de la pequeña, su relación matrimonial también estaba en un punto muerto.
Al ver la situación por la que estaba atravesando me propuse ayudarla, tenderle una mano amiga, escucharla, darle consejo y tratar de sacarla de aquella depresión en la que se encontraba sumida, era lo menos que podía hacer por la que un día fue mi gran amor.
Fue duro y lento, pero con el tiempo y tras mucho hablar comenzó a ver un poco de luz en el caos en el que se había convertido su vida. Fueron muchas horas de conversación y muchas confesiones pero el fruto de todo aquello empezó a dar resultados. Alba comenzó a sonreír de nuevo, por su propia cuenta decidió dejar el tratamiento de pastillas que tomaba, no fue fácil acostumbrarse a no tomarlas, pero puso todo de su parte y con un poco de esfuerzo lo logró. Dos años después de nuestro encuentro Alba comenzaba a ser la misma chica alegre y divertida que yo recordaba. Todo esto me produjo una gran satisfacción.
Ahora le tocaba a ella tratar de mantener su animo arriba y no venirse abajo de nuevo.
Cumplido el objetivo que me propuse no sabía que hacer, mantener la amistad que nuevamente habíamos iniciado o desaparecer, era un dilema, por un lado quería seguir, aunque corría el riesgo de que se despertara de nuevo el amor y por otro lado, algo en mi interior me decía que era hora de seguir mi camino y dejar que ella siguiera el suyo.
Entre que decidía y no continuamos charlando, cada vez más a menudo hasta que me di cuenta que nuevamente me había enamorado de ella. No era posible, yo estaba felizmente casado y ella también era una mujer casada, aquello era impensable. Fue entonces cuando tuve claro que era el momento de desaparecer, pues de continuar con aquello terminaría por causar mucho daño a mucha gente.
Como personas adultas que éramos lo hablé con Alba, le explique mis motivos y le dije que era hora de continuar nuestros caminos. Ella entendía mis motivos, pero argumentaba que no hacíamos nada malo, que solo charlábamos, no había nada malo en eso. Durante unos días estuve pensando en ello y llegue a la conclusión de que no era malo lo que hacíamos, pues lo único que hacíamos era charlar y pese a que yo sentía por ella algo más que amistad decidí continuar con nuestra amistad.
Pasaba el tiempo y seguíamos charlando, yo cada vez más enamorado de Alba y ella también de mí pues así me lo hizo saber. Hubo un tiempo que hasta descuide mis deberes conyugales, prestaba más atención a Alba que a mi propia esposa. Todo aquello se estaba empezando a descontrolar, cuando el corazón toma el control de la situación la razón se nubla y no obra racionalmente. Las redes del amor nos habían atrapado, era una locura pero la verdad que era muy fuerte lo que sentíamos el uno por el otro.
Cierto día y con la ilusión de un adolescente me deje arrastrar por una cita, quedamos en encontrarnos para charlar un rato, tomar un café y recordar un poco nuestra etapa juntos, sabía que no era buena idea, pero no pude rechazar aquella proposición. No puedo decir que me sentía obligado a ello, pero si que lo deseaba, aun sin saber que aquel paso desataría pasiones que no se deben despertar. El encuentro fue emotivo, habían pasado muchos años sin saber nada de ella y en ese momento estaba allí, frente a mí, tan guapa como yo la recordaba y con aquella bella sonrisa, pues a mi juicio son las curvas más bonitas de una mujer, su sonrisa. Entre emoción y nervios pasamos agradablemente nuestro primer encuentro, pero no fue el único, después de aquel vinieron más, hasta que en uno de aquellos encuentros no pude contenerme y la besé, la besé como aquella primera vez, como aquel nuestro primer beso y ella lo correspondió con la misma intensidad. Me disculpe por mi atrevimiento pero ella acallo mis disculpas con otro beso y otro más y otro…..
Habíamos llegado muy lejos, aquello estaba peligrando nuestros respectivos matrimonios, pero no podíamos parar, nuestros encuentros eran desenfrenados, besos y caricias se sucedían una tras otra, aunque nunca pasamos de ahí. En más de una ocasión manifestamos nuestro deseo de yacer juntos, pero no encontrábamos el momento ni el lugar adecuados, pues era muy difícil hacer coincidir un momento libre en común para poder vernos y queríamos que llegado el momento fuese lo más especial posible, así que lo fuimos aplazando, hasta que un cambio en la situación familiar de Alba hizo aun más difícil poder vernos.
Al principio fue muy duro pasar tanto tiempo sin vernos, pero al menos manteníamos nuestras conversaciones de antes y con eso nos teníamos que conformar. Yo con asiduidad expresaba mi deseo de verla y ella también, pero cada vez era más difícil. Aquel tiempo sin vernos enfrió un poco nuestra pasión, nos acostumbramos a la distancia y nos conformábamos con hablar por teléfono y hablar por el chat.
Aun en la distancia yo la seguía amando y esperaba paciente el momento de poder reunirnos de nuevo. Ella hacía lo mismo, entre tanto charlábamos y nos amábamos en la distancia. En sueños hice el amor con ella en infinidad de veces y luego le contaba mis sueños. Ella manifestaba su deseo de vivirlos junto a mi, de sentir mi cuerpo sobre el suyo y entregarse a mi con pasión. Yo le contaba cada pensamiento, cada sueño, cada deseo mío hacia ella, pero ella, tímida y celosa de su intimidad no quería contar nada de sus más íntimos sentimientos hacia mi, aunque me prometía que algún día me contaría toda su historia de amor hacia mí.
Un día una triste noticia llego hasta mí, unos amigos íntimos (Calixto y Andrea) después de quince años habían puesto fin a su matrimonio, el se había enamorado de otra y había dejado a su esposa. Fue entonces cuando pude comprobar los terribles estragos de una ruptura matrimonial, el sufrimiento ocasionado a la otra persona y el daño en general que ocasionaba a las familias de ambas partes.
En aquel momento un terrible escalofrío me invadió y me puse en su lugar, el pánico se apodero de mí y tras un breve instante de lucidez la razón me mostro el verdadero camino a seguir. Mi sitio estaba junto mi esposa, no tenia derecho a ocasionarle aquel terrible daño pues la quería. Tampoco tenia derecho a destrozar la felicidad de Javier que amaba a Alba con todo su corazón y aunque en el fondo me desgarraba el corazón tome la decisión en aquel momento de cortar mi relación con Alba, sabía que de continuar con aquello correría la misma suerte que nuestros amigos y no quería hacer daño a nadie. Contacte con Alba y le expresé mi deseo de terminar con nuestra relación, ella me pidió una explicación y se la di, le dije que no quería que nuestra situación hiciera daño a nadie, ni a ella, ni a mi y mucho menos a los nuestros, no se lo merecían. Creo que Alba no se tomo muy bien mi decisión, pero desde aquel día no he vuelto a saber de ella. Añoro su sonrisa, sus caricias sus besos, la amé y la seguiré amando por siempre, pero se que mi sitio esta junto a mi esposa y mi familia y el suyo junto a su familia y su esposo. Se que con mi decisión le hice daño, mucho daño, pero no el daño que nos hubiésemos causado mutuamente de seguir con lo nuestro además del sufrimiento a los nuestros. Quizás nunca llegue a entenderlo o puede que sí, pero desde aquí quiero decirle que es la mejor decisión para ambos.
Me quedé con muchas cosas en el tintero, su historia de amor, nuestros encuentros, sus besos, sus caricias…….
Gracias por todos aquellos momentos y por todo lo vivido juntos nunca los olvidare.
Allá donde estés quiero que sepas que te amare siempre y que serás mi princesa por siempre.