Categorias: Primer amor

UN AFORTUNADO INCIDENTE

Si hay algo de cierto en el amor, es que nunca sebes en que momento llegará, ni en qué lugar y mucho menos en que situación, quizás sea ese uno de los puntos mágicos que lo acompañan. Afortunado incidente.

Damián no era hombre de salir de marcha, pero aun así, de vez en cuando solía salir con sus amigos a divertirse. Verdaderamente no era asiduo de bares ni discotecas ni nada que se le pareciese pero en compañía de los amigos sí que acudía. Tímido donde los haya se le

paso la época del amor y resignado se dedicaba a vivir su tranquila vida sin dar demasiada importancia a si estaba solo o acompañado. Lo pasó mal en su juventud por su timidez, para él era toda una odisea relacionarse con las chicas, así fue pasando el tiempo y como se suele decir “se le paso el arroz”.

Cierto día, no de los mejores, pasaron sus amigos a recogerlo para pasar un rato tranquilos en un pequeño pub que había cerca de la plaza del pueblo. No estaba muy por la labor, pero ante la insistencia de los amigos accedió a acompañarlos. Estuvieron un buen rato allí, conversando y bebiendo amigablemente. Damián estaba como ausente, sin prestar mucha atención a lo que ellos hablaban, y estos de vez en cuando llamaban su atención para que interviniese en la conversación. Hacía un breve comentario y volvía su mente a perderse y aislarse de aquella reunión. Al cabo de un par de horas se puso de pie y disculpándose decidió retirarse poniendo como excusa que no se encontraba muy bien, aunque realmente no era aquel el motivo, la verdad era que ese día estaba aburrido, triste, melancólico y no le apetecía estar fuera de casa. Los amigos se ofrecieron a acompañarlo, pero él prefirió marcharse solo, paseando hasta casa. Ellos entendieron y respetaron su decisión y dejaron que Damián volviese solo a casa. Continuaron con su tema de conversación mientras Damián se dirigía hacia la entrada para marcharse. Ensimismado salió del local con tan mala suerte que no prestó atención al escalón de la salida y tropezó. En el tropiezo perdió el equilibrio y dio unas zancadas para no caerse sin prestar atención a las personas que entraban, su único propósito era equilibrarse de nuevo para no terminar por los suelos. En su intento de retomar el equilibrio tropezón con una joven que entraba en ese momento y terminaron los dos por el suelo. Casi sin llegar a tocar el suelo se incorporó rápidamente como pudo y acudió a socorrer a la joven, la ayudó a levantarse y avergonzado por el ridículo de la situación se disculpó con ella, tras comprobar que ella estaba bien pidió perdón de nuevo y se marchó a casa muy avergonzado por el ridículo que había protagonizado.
Tras una semana de su pequeño incidente, estando en el supermercado, una joven muy guapa y educada se dirigió a él preguntándole que tal estaba. Damián contestó que estaba bien, aunque con cara de extrañeza preguntó a la joven que por qué motivo le preguntaba eso, para él era totalmente desconocida. Ella sonriéndose aclaró que se lo preguntaba por la caída que tuvo al salir del pub hacía una semana. ¿Me viste quizás? preguntó un poco perdido, a lo que ella contestó que sí, que en primer plano y desde el suelo. Tras oír estas palabras Damián sintió como su cara se sonrojaba tras entender que había sido con ella con quien había tropezado. Educadamente le pidió perdón de nuevo por el incidente y se disculpó por no haberla reconocido; la verdad que con lo avergonzado que estaba no había reparado en su cara, así que le fue imposible reconocerla. Devolvió la pregunta y ella mostrando su brazo vendado afirmó que se encontraba bien a pesar de las circunstancias. Damián se sintió mal por haber causado daño a alguien y se disculpó repetidamente con ella por su torpeza y por no haberse cerciorado de que estaba bien tras la caída antes de abandonar el lugar. Para sus adentros pensaba “tierra trágame”, pero trató de comportarse correctamente. Se ofreció a invitarla a tomar algo, por romper un poco el hielo y ella aceptó. Esto puso nervioso a Damián pues no era su fuerte hablar con las chicas, más aun ante una belleza como era aquella chica.

De camino a la cafetería hacia donde se dirigían, con sumo esfuerzo se presentó, pues era lo correcto, “soy Damián” dijo con voz apagada y temblorosa, yo soy Carolina, contesto ella cortésmente tendiendo su mano a Damián quien tomó su mano para devolverle el saludo. Nuevamente se sonrojó al estrechar la mano de Carolina.

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Ocuparon sitio en la cafetería, ella pidió café y él una infusión pues el café no le gustaba. Ambos quedaron callados el uno frente al otro, Carolina lo observaba y Damián al sentirse observado acrecentaba su nerviosismo, pero trató de guardar las formas. Damián, que no paraba de darle vueltas al asunto, pidió perdón a Carolina nuevamente, le dijo que se sentía muy mal por lo ocurrido, que se sentía mal por haberle causado daño. Carolina restó importancia a lo ocurrido y añadió que no se preocupara, que en cierto modo se lo merecía.

Damián Preguntó que por qué se lo merecía, nadie merece hacerse daño, añadió y menos por culpa de la torpeza de otra persona. Entonces Carolina echo a reír, “no fue torpeza tuya”, afirmó. Sorprendido Damián ante la afirmación de Carolina preguntó que por qué no era torpeza suya, si había sido él quien había tropezado y como consecuencia tropezó con ella he hizo que ella también callera al suelo. Carolina entonces soltó una carcajada, no te sientas culpable que tu caída no fue fortuita, yo la preparé con la idea de que repararas en mí, al verte salir me dirigí hacia dentro y una amiga que ya estaba dentro puso su pie delante de ti para hacerte tropezar y que obligatoriamente te dieras el encontronazo conmigo, pero no salió del todo como lo había planeado y esta venda es la consecuencia de ello. Todo lo hice porque ya hace mucho tiempo que me gustas, pero tú no reparas en mí, ni siquiera sabes que existo, por eso ideé este plan, así te verías obligado a vértelas conmigo y tendría la ocasión de hablarte y darme a conocer. Sé que es una idea un poco macabra para provocar un encuentro, pero es lo único que se me ocurrió con resultados verdaderamente satisfactorios, aunque no saliera del todo bien. Al menos ahora estoy aquí hablando contigo y aunque tengo que pagar un pequeño precio por ello bien merece la pena el castigo. Te ruego me perdones tú a mí por mi absurdo plan, pero estaba ya un poco desesperada por conocerte.

Damián no supo que decir, se limitó a tomarse su infusión y contemplar la belleza de Carolina, para sus adentros se preguntaba como aquella espectacular joven podía sentir eso por él. No le cabía en su cerrada cabezota que el amor no tiene edad ni condición. Fue así como Damián encontró su amor y como gracias a aquel afortunado incidente aportó felicidad a su solitaria y aburrida vida.

 

 

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