Verónica no podía imaginar el infierno en el que se convertiría su vida tras su matrimonio. Amor arrepentido casi desde el principio.
Cuando empezó mi matrimonio con Armando, el infierno empezó desde la luna de miel, cuando se terminó la fiesta, llegamos a su casa, sólo me indicó dónde íbamos a dormir y me dijo que estaría festejando nuestra boda con sus amigos y me quedé sola toda la noche, en la mañana llegó tomado y tuvimos sexo como 3 días después que nos casamos y después cada 3 o 4 semanas. Pero no me gustaba, me hacía sentir como prostituta y aunque me negaba no le importaba, era horrible.
Era como si me castigara, me ignoraba, no me daba mi lugar, vivíamos con sus papás, pero nosotros éramos como dos extraños que tienen que vivir juntos porque yo estaba embarazada. Cuando llegaba del trabajo yo tenía la casa limpia y la cena lista, pero a cambio recibía rechazo, reclamos y hasta golpes…Tenía 17 años…. Pero ingenuamente yo pensaba que así eran todos los matrimonios, recuerdo que veía a mis papás y los de él y pensaba que seguramente pasaban por lo mismo que nosotros y estaban fingiendo.
Nació mi hijo y su indiferencia aumentó tuve que llamarle para que pasara a recogernos al hospital, su papá solventaba todos los gastos, Armando seguía saliendo todos los fines de semana a divertirse como soltero, entre peleas y discusiones duramos un año hasta que nos separamos.
Yo seguía teniéndole mucho miedo, como éramos vecinos y nos encontrábamos yo temblaba, me ponía muy nerviosa y él no perdía la oportunidad de burlarse.
Nos divorciamos y en el primer fin de semana que vería a mi hijo me dijo que lo llevaría más tarde, se hizo de noche y al ir por mi hijo había una fiesta en su casa y se molestó, me golpeó y me sacó de su casa, delante de todos y se quedaron sentados en la mesa como si nada pasara. Mi mano sangraba, pero me armé de valor y le grité que si no me entregaba a mi hijo lo demandaría, por miedo me lo entregó y nunca más volvió a buscar a mi hijo a pesar de que sólo tenía unos meses.
Luego supe que se casó y se fue y no volvió a pesar de que sus papás siguen viviendo en la misma colonia.
Me quedé sola a los 18 años y con un niño, cuando recibo una llamada… era Juan …me dieron ganas de llorar y contarle todo por lo que había pasado, pero me dijo , no hace falta que me cuentes nada, siempre he estado al pendiente de tu vida , me tranquilizaba tanto hablar con él era como sentirme protegida de nuevo , habían pasado ya 2 años y él seguía hablándome con la misma ternura. Me empezó a llamar por teléfono todos los días y poco a poco me ayudó a sacar todo el dolor que traía por dentro. Con el tiempo supe que mi mamá fue su cómplice, él nunca dejó de llamar para saber de mí, incluso cuando estaba embarazada llamaba a cada rato para saber si ya había nacido mi hijo. Siempre estuvo conmigo y yo sin saber.
El seguía soltero y sin novia, pero respetándome aún más por mi situación que no se atrevía a invitarme a salir. CONTINUARA……..