Categorias: Primer amor

LA CRUDA REALIDAD

Aunque solo habían pasado dos años, para ellos era toda una vida. En esos dos años solo habían mantenido una relación a distancia, a través de teléfono y chat. En el transcurso de esos dos años habían tenido tiempo de conocerse y amarse en la distancia, pero su mayor deseo, el de verse nuevamente cara a cara estaba a punto de hacerse realidad. Ya tenían acordado el día y el lugar de antemano y por fin hoy se vería hecho realidad, por fin hoy se encontrarían el uno frente al otro.

Giacomo se había trasladado a París para encontrarse con Michelle, su amor desde hace dos años. Michelle era una joven estudiante de literatura que en uno de sus intercambios de estudiantes había conocido a Giacomo y desde el primer momento se habían enamorado locamente. Tras ese corto periodo que dura el intercambio continuaron su relación en la distancia y pese a que la distancia hace el olvido, en ellos cada día que pasaba se intensificaba más y más su amor.


El encuentro estaba previsto que ocurriera en un apartamento que Giacomo había reservado desde su ciudad (Florencia). Ambos un poco nerviosos por el reencuentro pero en el fondo con tranquilidad porque de sobra se conocían y sabían que no iban a tontas y a ciegas. Giacomo se anticipó en la hora de su llegada con objeto de comprobar que el lugar elegido estaba perfecto para dicho encuentro y así tendría la ocasión de preparar unos pequeños detalles para que todo resultara más mágico y especial.
Llego la hora y Giacomo se apresuró para llegar a la estación de metro a recoger a Michelle. Como siempre ella lucía radiante y nada más bajar del metro se fundieron en un intenso beso seguido de otro y otro y otro más, después permanecieron abrazados unos minutos hasta que pusieron rumbo a un pequeño restaurante a la orilla del Sena y allí mientras almorzaban comentaban como les había ido en todo ese tiempo separados. Un almuerzo, a la orilla del Sena y en la ciudad del amor es algo con lo que mucha gente sueña y nuestros protagonistas lo estaban viviendo en primera persona. Mientras charlaban se sucedían las miradas de complicidad, las caricias y los besos.
Tras aquel romántico almuerzo pasearon por la rivera del rio, cogidos de la mano charlando y disfrutando del paisaje y de la mutua compañía. Llegados al embarcadero, se subieron a un barco y dieron un romántico paseo por el rio, ambos estaban colmados de felicidad de estar junto a la persona amada. En la ciudad del amor todo es especial, todo resulta mucho más romántico y mágico, el amor brota por doquier y el corazón goza de felicidad.
Después de aquel romántico paseo en barco visitaron algunos monumentos emblemáticos de la ciudad y subieron a la torre Eiffel donde se prometieron amor eterno con la ciudad postrada a sus pies. Las vistas eran increíbles y la sensación que ambos experimentaron cuando sellaron su amor era indescriptible, fue un momento muy especial y mágico.
La noche les había sorprendido y era hora de dirigirse a su apartamento para continuar con su deseado encuentro romántico.
La entrada fue de lo más romántica pues Giacomo cruzo el umbral de la puerta con Michelle en brazos, como si de una pareja de recién casados se tratase. El interior más romántico y acogedor aun ya que él se había tomado la molestia de iluminar la habitación  con velas, nada más que con velas, nada de luz artificial y el aroma que desprendían era embriagador, tonos de suaves esencias invadían el ambiente y de fondo, como un suave susurro, una romántica melodía deleitaba sus oídos, el ambiente no podía ser más cálido. Michelle, se enorgulleció del detalle que había tenido su chico y se sintió amada.
No tardaron los primeros abrazos y los primeros besos envueltos por el mágico ambiente que los rodeaba, habían estado mucho tiempo separados por la distancia y necesitaban sentirse, amarse, dejarse llevar y entregarse el uno al otro, pero había que ir despacio, era la primera vez y debía ser muy especial. Entre caricias, abrazos y besos fueron quitándose la ropa, despacio, el uno al otro, con delicadeza hasta quedarse en ropa interior. Se dirigieron al baño para darse un relajante y romántico baño de espuma, con sales y esencias que Giacomo había traído para la ocasión. Mientras el baño se llenaba de agua, Giacomo terminaba de desnudar a Michelle. Sus manos, grandes y fuertes, se deslizaban desde los hombros hacia abajo, muy despacio, hasta llegar a las nalgas, Michelle se estremecía con las caricias mientras Giacomo subía de nuevo con sus manos para desabrochar el sujetador. Una vez desabrochado Giacomo giró a Michelle colocándola de espaldas a él, la apretó ligeramente contra su pecho abrazándola a la altura del vientre. Michelle sintió aquel cálido abrazo y de nuevo sintió el verdadero amor, todo estaba siendo muy romántico. Giacomo acariciaba suavemente el vientre de Michelle y poco a poco iba subiendo con sus manos hacia su pecho, casi sin rozarlo subió hasta los hombros agarró los tirantes del sujetador y despacito los fue deslizando sobre los hombros de Michelle hasta quitarlo por completo. Dos senos perfectos dignos de una diosa quedaron al descubierto. Giacomo rodeó la cintura de Michelle de nuevo y con suave tacto fue subiendo en busca de sus senos, la respiración de Michelle se aceleraba mientras Giacomo rozaba suavemente los senos, sus pezones se erizaban al sentir directamente el tacto de las manos de Giacomo. Michelle se giró para abrazarse a Giacomo y sentir directamente su pecho sobre el de él.
Giacomo tenía un cuerpo tonificado, con sus músculos ligeramente marcados y los pectorales bien trabajados y marcados, sus fuertes brazos rodearon a Michelle y la presionó suavemente contra sí mismo. En esos instantes Michelle estaba en la gloria, Giacomo la suspendió en el aire y la ayudo a entrar en la bañera. El agua estaba en su punto con una capa de espuma que acariciaba la piel de Michelle y el aroma que los envolvía despertaba todos los sentidos posibles. Giacomo pasó dentro de la bañera también y allí continuaron con los juegos, cada vez más cargados de sensualidad. Mientras el agua les caía encima, Giacomo terminaba de desnudar a Michelle, Poco a poco y con sensuales movimientos iba bajando sus pequeñas braguitas hasta que quedó completamente desnuda. Michelle comenzó a acariciar a Giacomo poniendo toda la pasión de la que era capaz; fue bajando, recorriendo su cuerpo para llegar hasta la cintura y con decisión bajo el slip de Giacomo. Ambos, ya desnudos por completo se fundieron en un intenso abrazo preludio de lo que iba a ocurrir.
Con juegos y caricias, Giacomo iba frotando el cuerpo de Michelle con una suave esponja impregnada de espuma. Con cada pasada Michelle se estremecía de placer y poco a poco el ambiente se iba caldeando.

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Michelle tomo la esponja y también ella frotó el cuerpo de Giacomo, suavemente, mientras frotaba su espalda lo besaba en el cuello, Giacomo se estremecía con cada beso y la situación comenzaba a subir de tono. Había llegado el momento de pasar a la verdadera acción, ambos salieron de la bañera tras el intenso baño, se envolvieron en una misma toalla los dos, sintiendo el calor de la piel y así permanecieron por unos minutos hasta que sus cuerpos quedaron casi secos. Giacomo tomo a Michelle en sus brazos y se dirigió al dormitorio. Ella quedó asombrada cuando vio el recibimiento que Giacomo le tenía preparado. La habitación estaba casi en penumbras, iluminada con cuatro velas de un rojo intenso, dos en cada mesilla de noche y que desprendían un dulce aroma y la cama estaba completamente cubierta de pétalos de rosas de un color rojo grana muy intenso, de fondo y como una tenue caricia, una suave melodía ambientaba la alcoba y daba un toque mágico al momento. Giacomo deslizó el cuerpo de Michelle sobre su piel, aun húmeda, hasta que apoyó sus pies en el suelo, la acompaño de la mano hasta la cama y le pidió que se tumbase sobre ella. Michelle se tumbó y sintió el aterciopelado tacto de los pétalos de rosa sobre su piel acogiéndola en el más suave de los lechos. Giacomo con cuidado se sentó sobre ella, untó sus manos con un ligero aceite con aroma a talco y rosas y comenzó a masajear suavemente la espalda de Michelle. Con ligera presión recorría de arriba abajo todo su torso, en los hombros se entretenía un poco más para nuevamente hacer el mismo recorrido. Con cada pasada de sus manos Michelle se estremecía más y más. Giacomo se colocó a un lado y continuó con su masaje, esta vez por su redondeado trasero, con delicadeza, sin prisa, disfrutando del momento y haciendo disfrutar a Michelle. Bajaba por una pierna y subía por la otra una y otra vez, Michelle cada vez estaba más excitada y con ganas de pasar a la acción ella también, si incorporó ligeramente y pidió a Giacomo que se tumbase el ahora y ella frotaría su cuerpo pero Giacomo aún no había terminado, pidió a Michelle que se diese la vuelta para continuar con sus sensuales caricias. Nuevamente untó sus manos con más aceite y continuó con su masaje desde el cuello hasta los pies. Con sus dedos hacía pequeños círculos sobre sus senos que excitaban cada vez más a Michelle, sobre su vientre y casi sin querer rozarlo pasaba sus dedos entreabiertos y eso provocaba en Michelle una mezcla entre cosquillas y placer que la excitaban cada vez más y más. Desde el vientre bajaba con sus dedos acariciando suavemente el juguete prohibido haciendo que Michelle lo deseara con todas sus fuerzas, ésta no podía contener más la excitación y con un brusco movimiento se incorporó y se colocó sobre Giacomo, lo beso con ganas y con deseo, pero se contuvo un poco para hacer el momento más especial. Michelle untó sus manos con el mismo aceite y comenzó a acariciar a Giacomo, sus pequeñas manos se deslizaban por el fornido cuerpo de él. Con su cuerpo también se frotaba directamente sobre el cuerpo de él y esto excitaba mucho a Giacomo. Michelle recorría con sus labios todo su cuerpo y de vez en cuando jugaba un poco con su lengua haciendo pequeñas pasadas sobre su piel que aceleraban a Giacomo. Ambos estaban sumidos en el momento, como si estuviesen en otra galaxia, no había nada que pudiese enturbiar aquel momento que ambos estaban viviendo. Continuaron con sus juegos y caricias hasta que el punto excitación llegó a su punto máximo, ambos deseaban unir sus cuerpos y danzar juntos el sinuoso baile del amor. Michelle, que dominada la situación, dio el primer paso y con una excitación descontrolada se colocó en la posición adecuada y permitió que Giacomo se adentrara en las profundidades del placer, unieron sus cuerpos y comenzaron a danzar. Empezaron con ritmo suave pero cada vez el ritmo se iba acelerando al compás de la música que parecía dirigir la situación. La música cada vez se tornaba más rápida más fuerte casi estridente, pero ambos continuaban con su cometido. Llegó un momento en que la música desconcentro a Giacomo quien entre jadeos y balbuceos se preguntaba qué había pasado con la música. Michelle advirtió a Giacomo que no era la música, era el teléfono que no paraba de sonar, pero pidió jadeante a Giacomo que no contestase que continuara con la danza, pero a Giacomo le era imposible concentrarse con tan estridente sonido, así que extendió su mano hacia la mesilla de noche y descolgó el teléfono con la intención de pedir no ser molestado en ese momento. Al acercarse el auricular a la oreja, una voz grave y enérgica preguntaba por Juan, insistentemente preguntaba si le había ocurrido algo para no asistir al trabajo, tal pregunta desconcentro por completo a Giacomo quien para enterarse bien de lo que ocurría se incorporó y encendió la luz. Al encender la luz quedó un poco desconcertado, de pronto se encontraba en una lóbrega habitación, iluminada por una triste bombilla, en una esquina una pequeña mesa y una silla en la otra esquina un pequeño fogón, su deslustrada cama completaba la habitación, se preguntó a si mismo que estaba ocurriendo, mientras la voz en el teléfono seguía insistiendo «Juan estas bien» «te ocurre algo». ¿Qué estaba pasando?, ¿Dónde estaba?, ¿Dónde estaba Michelle?, ¿Quién era Juan? Entre tanto aturdimiento vislumbro una puerta en el lateral contrario al que él se encontraba, se levantó confuso y se dirigió hacia ella, la abrió y había un pequeño baño, un inodoro, un pequeño lavabo y sobre el un espejo. Nuevamente se preguntó a sí mismo que estaba ocurriendo. Se dirigió al espejo se miró y vio el reflejo de un hombre maltraído, con pinta más bien de mendigo que de otra cosa, no muy bien parecido y con poco lustre, dirigió su mirada hacia su alrededor y de repente todo encajó en su sitio, su nombre no era Giacomo, era Juan, no había ninguna Michelle ni estaba en Paris, vivía en una pequeña ciudad y poseía un mísero trabajo que escasamente le daba para vivir y la voz al teléfono era su compañero Arturo, quien preocupado por su ausencia en el trabajo decidió llamarlo por teléfono por si le había ocurrido algo.

Me quedé dormido, contesto a Arturo, ahora mismo salgo para allá, en media hora estoy ahí.

Se aseó un poco, se tomó un café y se dirigió a su trabajo para continuar con su mísera vida, pero contento porque había una cosa que jamás podrían arrebatarle y era la capacidad de soñar y ser feliz a través de sus sueños, por mucho que la cruda realidad tratase de impedírselo. Estaba convencido que algún día él también tendría a su Michelle.

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