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LA FUERZA DEL AMOR

Primavera, tiempo de amor, perfume floral en el ambiente, temperatura ideal y hormonas a flor de piel.
Ausente, caminaba por la acera una tarde de primavera, pensando en sus cosas y recapitulando su vida.

Ana era una chica joven, casada desde hacia unos años y con una hija preciosa. Vivía feliz con su familia, desbordada por el cariño de su marido y con plena satisfacción de ver crecer a su adorada hija, pero su felicidad no era plena. En su interior, se debatía entre el amor de su marido y el amor de Juan, su amor de juventud, su único y gran amor.

Juan y Ana habían sido pareja durante su juventud, ambos vivían muy enamorados el uno del otro.

Habían compartido toda su juventud y fue eso quizás lo que hizo que su relación se deteriorara, su juventud.

Hasta la edad de 25 años Ana y su novio Juan compartían todo, pero en sus dos últimos años de relación, las discusiones eran mas frecuentes que de costumbre. Tal desesperada se volvió la situación que ambos decidieron darse un tiempo para reflexionar y aclarar sus ideas.

Pasaron semanas, meses, sin verse, sin hablarse, sin saber el uno del otro, que poco a poco se fueron acostumbrando a estar el uno sin el otro.

Fue en esa época, cuando Ana conoció a Pedro, su actual marido, un hombre bueno y gentil que amaba a Ana con locura. Tras un corto noviazgo se casaron y pronto tuvieron a su primer y única hija.

Todo marchaba sobre ruedas, Pedro se desvivía por Ana y ella lo quería, pero no la llenaba plenamente, lo que sentía por Pedro no era amor o por lo menos no ese amor que sentía por Juan, su verdadero amor, su único amor. Eso estaba atormentando a Ana y en su interior sentía la necesidad de ver a Juan, de saber de el, de sentir nuevamente su presencia, de sentir sus manos, una caricia, un beso.
Últimamente Ana estaba ausente, distraída, como en su mundo particular y solía salir sola a pasear.
En esa tarde en que Ana paseaba sola por la acera, con la mirada un poco perdida, y viviendo en su imaginación su propia historia de amor, una dulce melodía acaricio sus oídos. Provenía de un bar situado en esa calle por la que ella caminaba. Se repara frente a la puerta y presta atención a la melodía, era su canción, la canción favorita de Ana y Juan, esa canción con la que ambos se habían enamorado. No pudo resistir la tentación y entro en aquel bar para oír la canción y recordar viejos tiempos mientras tomaba un café sentada en la barra del bar.

Toma asiento y pide al camarero un café, vierte el azúcar y lo mueve con la cucharilla, todo esto mientras suena de fondo su canción.

Desde el otro lateral de la barra se oye una voz, «bonita canción» dice mientras observa a Ana. Ella se gira pues la voz le resultó conocida y para su asombro allí estaba, era Juan su gran amor.

El corazón empezó a latir deprisa y un escalofrío recorrió todo su cuerpo, no podía creerlo, después de tantos años y ahora estaba allí sentado junto a ella.
Con voz tímida Ana saluda a Juan y el hace lo propio con ella.

Juan se levanta de su sitio y se dirige hacia donde estaba Ana sentada, la mira fijamente a los ojos y volvió a saludarla «hola Ana, que tal estas, que de tiempo sin verte, como te va la vida». Ana sin salir de su asombro contesta amablemente a Juan.

Hablaron durante un buen rato y se contaron que tal les había ido durante esos años.

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Juan propone a Ana pasear juntos por la calle y charlar de su pasado, Ana acepta encantada ya que en su interior anhelaba un momento así.

Juan habla de el, de su trabajo, de como le trataba la vida mientras Ana escuchaba con atención. Ana también cuenta a Juan como estaba, como le había tratado la vida. Le contó que estaba casada, que tenia una hija, hablaron del pasado, de sus vivencias en común.

El tiempo parecía detenerse en sus mentes, pero pronto habían pasado dos horas y la noche les sorprende paseando.

La luna luce brillante en el cielo, grande, esplendorosa, una magnifica luna de una noche de primavera. De fondo el rugir de las olas al romper en la playa y en el ambiente la dulce fragancia de las flores que brotan en primavera.

Ambos se sientan en un banco, junto al paseo marítimo y continúan con su conversación. La luna parece tener un brillo especial y la fragancia de las flores son como el mejor de los perfumes que embriagan el ambiente, todo en esta noche invita al amor.

Ana siente sobre sus hombros la suave brisa del mar que acude después de acariciar las olas cargada de aroma y sal. Se estremece un poco al sentir la humedad de la noche y Juan se percata de esto y con un suave gesto rodea con su brazo a Ana.

Ana se siente aliviada ante tan gentil acto por parte de Juan, pero en unos segundos rememora todos aquellos momentos vividos junto a su amado y siente la necesidad de volver a sentir ese amor que durante tanto tiempo lleva escondiendo en su corazón.

Juan mira a Ana fijamente, a los ojos, ella lo mira también y en un acto reflejo apoya su cabeza sobre el hombro de Juan. El besa a Ana en la frente, ella levanta nuevamente su mirada hacia Juan y suavemente acaricia con sus labios la mejilla de Juan. Una explosión de sensaciones recorren a ambos, se miran y toman aire profundamente.
Ana toma la mano de Juan y este corresponde apretando suavemente la mano de Ana, dando a entender que el también lo deseaba.

Bajan a la playa y pasean descalzos por la arena. De repente Juan se para, se sienta en la arena y Ana se sienta también a su lado. Ambos saben lo que va a ocurrir, pero ninguno de los dos da el primer paso aunque lo están deseando con todas sus fuerzas. Ana se recuesta sobre la arena, observando un magnifico cielo cargado de estrellas y con el deseo de que Juan la haga suya.

Un momento de duda, pero por fin Juan se decide. Se acerca y acaricia con sus labios los labios de Ana. La besa de nuevo, con mas intensidad casi dejando a Ana sin respiración. Ambos se agitan en su interior y arden en deseos de hacer el amor, pero se toman su tiempo. Empiezan a acariciarse, a besarse una y otra vez. Juan sube con su mano desde el vientre, acariciando su cuerpo, hasta llegar a su cuello, quita lentamente los botones de la camisa de Ana y deja al descubierto su cuerpo aterciopelado, blanco y suave. Para esos entonces Ana esta muy excitada y corresponde las caricias de Juan.

» Hazme tuya», dice con voz temblorosa. Juan se recuesta sobre ella y hacen el amor, intensamente, como si de la primera vez se tratase, con el cielo como techo y sin mas compañía que las olas que vienen y van. Ambos culminan con un intenso orgasmo. Para Ana ha sido la mejor de las experiencias y Juan ha sentido de nuevo la intensa fuerza del amor.

Cómplices de sus actos, se visten, se toman de la mano nuevamente y continúan su paseo de vuelta a casa. Cruzan el parque y a la salida de este hacen su ultima parada. Ambos se dan las gracias por tan maravillosa velada y acuerdan, que esa será siempre su noche, que cada primavera volverán a reunirse y repetirán esta historia. Se miran nuevamente y se despiden hasta la próxima primavera. Así cada año por primavera Juan y Ana se vuelven a reunir en el mismo lugar y reviven su amor, solo ese día, año tras año hasta el fin de sus días.

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