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LA LOCURA DE UN AMOR

Para ella todo era fácil, tenía don de gente y eso le bastaba para conquistar a cualquier hombre. No era especialmente guapa, pero tenía un atractivo que hacía que los hombres se fijasen en ella.

Desde muy joven ya se dio cuenta de la facilidad con la que enamoraba a un chico, eso le valió para agenciarse de un gran número de conquista, pero ninguna de especial interés para ella. Todo se reducía a ir acumulando conquistas y a la vez experimentando en el amor hasta poder encontrar el amor verdadero, ese verdadero amor del que muchos hablan.

Con el paso del tiempo empezó a dudar de la existencia de ese verdadero amor, sus conquistas eran tan carentes de sentido que ya no le aportaban nada nuevo a su vida. Todo lo vivido hubo un tiempo en que lo vivía, lo sentía y lo disfrutaba, pero como se suele decir, el amor es el motor que mueve el mundo y sin él todo se vuelve efímero y superficial.

Tras tantas experiencias vividas y sin encontrar la felicidad que con los años ya anhelaba, tuvo algunas incursiones en el amor con pareja del mismo sexo, pero todo quedó en algo nuevo que probar pero que no era lo que realmente quería.

Claudia estaba ya un poco harta del amor, de los hombres y de tanta conquista fácil, la vida no le resultaba divertida, a veces recapitulaba su vida y sentía asco de sí misma, asco de en lo que se había convertido su vida, asco de haber conquistado a tantos hombres sin sentido. En su interior se sentía sola, triste y a la vez enfadad con la vida por negarle el amor que tanto deseaba.

Todo esto cambió cuando conoció a Fede, un hombre bueno, amable, cariñoso, no especialmente divertido pero sí que tenía algo especial, una maravillosa y dulce sonrisa que escondía detrás de una extrema timidez. Eso fue lo primero que llamó la atención de Claudia, esa sonrisa maravillosa, pero eso no era nada comparado con el placer de descubrir su timidez. Todo en él era algo nuevo por descubrir ante la atenta mirada de Claudia. Fede era especialmente atento con ella, con sumo esfuerzo para él consiguió declararle su amor y Claudia se sintió por fin querida de verdad, amada y protegida por el cariño de un hombre dulce y tierno. Sin nada especial que celebrar la obsequiaba con algún presente, generalmente una rosa roja y esto llenaba de inmensa felicidad el corazón de Claudia.
Pasó el tiempo y Fede se había convertido en lo más importante para ella, se sentía feliz y contenta con la vida, contenta con esta nueva etapa que tanto aportaba a su ya desgastada vida. Fede la amaba y la mimaba como nunca antes lo había hecho. Claudia se sentía especial y una inmensa paz invadió su alma, que más pedir si ya tenía todo lo que con tanto deseo había estado esperando.

No tardaron mucho en dar el paso definitivo y contrajeron matrimonio en una ceremonia íntima, rodeada de los seres queridos y los amigos más íntimos de ambos. En un acogedor lugar celebraron su enlace y acabado este comenzó una nueva etapa para ambos convertidos ya en esposos.

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No es que el tiempo apremiara, pero sí que andaban ya en unos años y no tardaron en ampliar la familia. Todo se volvía felicidad, una maravillosa vida se ofrecía ante ellos. ¿Duraría para siempre o tendría fin aquella maravillosa vida que Claudia tenía ahora?

Un buen día se cruzó Lucas en la vida de Claudia, ella no podía imaginar hasta qué punto aquel hombre iba a cambiar su vida. Lucas era el típico hombre lanzado y decidido, seguro de sí mismo, con don de palabra, guapo y de cuerpo musculoso y en su agenda un gran número de conquistas, algo similar a lo que Claudia fue en su juventud.

Este hombre despertó interés en ella y Lucas que captó dicho interés no estaba dispuesto a dejar pasar aquella oportunidad de agregar una nueva conquista a su agenda personal. Sin tener en cuenta su actual vida y en un ataque de debilidad Claudia se dejó arrastrar a las redes de aquel conquistador, de aquel caza trofeos pues no le importaba nada el amor, solo satisfacer su propio ego de conquista. No era nada atento, ni tampoco dulce, pero tenía algo que hizo que Claudia se dejase arrastrar a sus brazos una y otra vez. Aquello no podía durar mucho tiempo, pero ella no podía para, necesitaba verse con Lucas, se había convertido en su droga, acudía a él igual que la mosca acude a la miel.

En casa empezó a cambiar su actitud y Fede intuyo que algo estaba pasando en la vida de Claudia, algo que estaba poniendo en peligro su amor. No le resulto difícil averiguar el motivo, Claudia se lo confesó, le dijo que se había enamorado de otro hombre y que quería irse con él. Fede no daba crédito a lo que ella le decía, pero no estaba dispuesto a ponerle impedimento. Se sintió traicionado, engañado por su más preciado tesoro, herido en lo más profundo de su ser y por lo tanto no quería seguir con Claudia. Ella se fue dejando atrás a su esposo y a su hijo, cegada por aquel amor extraño.

Corrió a los brazos de Lucas liberada ya de su relación con Fede, pero cuál fue su sorpresa cuando pudo comprobar con su propia vista que él ya contaba con una nueva conquista. Esto enojó gravemente a Claudia y monto un numerito delante de Lucas y de su nueva chica. Esta avergonzada por el espectáculo y un poco intimidada por la actitud de Claudia se fue de aquel lugar. Claudia pidió explicaciones a Lucas y este le contesto que no tenía que dar explicaciones a nadie, que era un hombre libre y que podía hacer con su vida lo que él quisiera. Ella le contó que había dejado a su esposo para irse con él, pero Lucas se limitó a decirle que había sido un tremendo error por su parte, que él no la quería, que solo se trataba de sexo y que era mejor que volviera a arreglar las cosas con su esposo.

Así fue como Lucas desapareció de su vida, se fue igual que llegó, entro por una puerta y salió por la otra removiendo todo a su paso.

Claudia asumió que todo había sido un gran error, que nunca debió poner sus ojos en otro hombre y corrió a casa a tratar de arreglar  lo suyo con Fede, pero este no quiso saber de ella, en su corazón se había abierto una herida muy grande por donde se desangraba el amor que un día sintió por Claudia.

Ella se sintió perdida, abandonada, culpable de su debilidad y se maldijo por no haber cuidado aquel maravilloso amor que un día la vida le ofreció. Entendió con aquella situación el daño que en su día ella había causado a otros hombres y asumió que aquel era su castigo por el daño que causó en su día. Así vivió la locura de un amor.

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