NADA HA CAMBIADO, SIGO PRESO

Esta es la continuación de otra historia contada anteriormente. Aquí nuestro amigo nos comenta «sigo preso de mi timidez, nada ha cambiado«. Entre todos ayudemos a este desconsolado amigo. Comenten, aconsejen, compartan en redes sociales, haber si entre todos somos capaces de echarle una mano y conseguir que ella se de por enterada de lo que realmente siente él por ella, hagamos de celestina, ayudémosle a superar su timidez.

Bueno, no se cuanta gente lee estas historias, ni que piensan de la gente que las escribe, si creen que somos raros, si se emocionan con nuestras historias o si sencillamente no se paran a leerlas. Yo hoy os explico el porqué de mi historia ya enviada, Preso de mi timidez, y el porqué de esta historia, su continuación.
Básicamente lo hago por desahogo, porque esto va dentro desde hace mucho, y crece como un cáncer matándote por dentro, poco a poco, y te das cuenta de que el único modo de aliviarlo es contarlo a alguien. Quizás es por el hecho de que alguien sienta lo que sientes, o vean lo que te ocurre o quizás es una absurda esperanza de que esa persona lea esto de casualidad y todo acabe. No lo sé bien pero creedme que ayuda a que ese dolor se atenúe. Al menos por un tiempo. Y es por eso que hoy vuelvo a escribir esto. Porque ya os conté mi historia y me alivio durante mucho tiempo. Sin embargo, nada ha cambiado. Para entender esto deberías leer mi primera parte. Si ya lo habéis hecho, quiero desahogarme de nuevo con vosotros.
Nada ha cambiado. Sigo pensando en ella. La tengo en la mente y me gusta pensar en ella. Es como si me chutase mi dosis de amor, como una droga que te envuelve en una sensación de bienestar y te engancha cada vez más, pero a la vez, sabes que no es sano, que te hace daño y cuando quieres dejarlo no puedes, sigue ahí, en cada momento del día en cualquier rincón del corazón, de la mente o del alma, no sé muy bien dónde. Sigue creciendo la necesidad de pensarla aunque sabes que cuanto más lo hagas más dolerá. Recuerdo una canción que decía, que estar enamorado sin ser correspondido es como estar en una cárcel con las puertas abiertas. Joder que gran verdad, puedo salir de ella con solo querer, pero algo dentro de mí no quiere. Es como el mono de esta droga que te hace querer seguir ahí.
Hace años que no se de ella en persona, y sin embargo sigo así, tan colgado como el primer día, el tiempo y la distancia solo hacen que de vez en cuando ese sentimiento se esconda, se entierre debajo de todo lo que ha cambiado desde entonces, pero cuando consigo distraerme y no pensar en ella, algo me la recuerda. Y para saciar el mono por ella la busco en las redes sociales, pues es el único sitio donde aún somos «amigos”. Veo sus fotos donde mantiene esa belleza juvenil, donde solo verla me invaden recuerdos y me coloco nuevamente de esta droga. Enganchándome más y más. Cuando se me pasa el mono pienso en todo esto, en que me estoy haciendo daño, en que quizás estoy obsesionado, y pienso en borrarla de mis redes sociales para desengancharme. Y probablemente sea lo más sensato, la mejor opción, lo que me ayude a dejar esta droga. Pero sigo sin cruzar la puerta abierta de mi cárcel. Supongo que en algún rincón de mi hay una esperanza que me dice que todo es posible, que no todo está perdido, que la vida nos juntara de nuevo, que tendré una segunda oportunidad. Aunque mi lado sensato me dice que es muy improbable, soy consciente de lo absurdo que suena, mas mi lado irracional, enamorado me dice que no ceda, que mantenga la esperanza y mientras voy cargando con este mono y esta droga, pero sobre todo con este dolor que hoy intento desahogar. Confió en que cualquier comentario, de apoyo, de crítica, de insulto o de burla me ayude, o bien a calmar mi sufrimiento o bien a abrir los ojos y dejar esta adicción.