Desamor

REGRESO AL PARAISO

Tania miraba hacia fuera sobre el mar Caribe, sintiendo la suave brisa  contra de su cara – los ojos cerrados, la cálida arena blanca entre los dedos de los pies descalzos. El lugar era hermoso más allá de lo imaginable, pero todavía no era capaz de aliviar el dolor que sentía al recordar la última vez que había estado aquí.
Se había casado con Jaime aquí en este lugar hacía tres años. Vestida con un sencillo vestido blanco, rosas blancas en miniatura adornando sus largos rizos oscuros, Tania había sido más feliz de lo que nunca había creído posible. Jaime  fue aún más in formal, pero absolutamente irresistible, en pantalones arrugados de verano y una camisa suelta de algodón blanco. Su pelo oscuro ligeramente alborotado y sus ojos llenos de adoración mirando a la que hasta ahora había sido su novia. El juez de paz había leído sus votos, se  tomaron de la mano y rieron de alegremente como jóvenes enamorados, su alegría era inmensa al alojarse en un complejo de cinco estrellas en la isla caribeña de la República Dominicana. Habían visto los años que felizmente casados tenían por delante de ellos, juntos para siempre. Planearon sus hijos, dos, dijo ella, él dijo que cuatro, por lo que se comprometieron con tres (dos niñas y un niño, por supuesto); donde vivirían, el viaje que harían juntos – todo sería así, porque lo habían planeado anteriormente.
Ahora parece mentira. Como pueden cambiar tanto las cosas en tan sólo unos pocos años – muchas cosas pueden cambiar a una persona y abrir una brecha a través de los lazos más fuertes y romper incluso el más profundo amor. Tres años después de aquel día habían regresado, aunque esta vez no para contraer matrimonio junto a la playa de aquella isla famosa sino para uno de sus divorcios rápidos igualmente populares.
Tania dejó escapar un suspiro de dolor y pesar. ¿Qué podía hacer sino seguir adelante, encontrar una nueva vida y nuevos sueños? – El viejo sueño estaba más allá de la reparación. ¿Cómo podría este hermoso lugar, con su exuberante costa verde, la eternidad del mar azul y de arenas interminables ser un lugar de la agonía que sentía ahora?
El hombre se quedó mirando desde el borde de las palmeras. No podía apartar los ojos de la mujer de pelo oscuro que vio de pie en la orilla del mar, mirando al mar como si estuviera esperando algo – o alguien. Era hermosa, con su delgada figura vestida con un vestido de algodón que fluye por su silueta, el pelo suelto y ojos azules brillantes que no está muy lejos del color del propio mar. Sin embargo no era su aspecto lo que le atrajo; se había encontrado con muchas mujeres hermosas en su trabajo como fotógrafo independiente. Fue su soledad y la intensidad lo que lo atrajo. Incluso a cierta distancia era consciente de que ella era diferente de cualquier otra mujer a la que podría encontrarse.
Tania sintió al hombre que se acercaba, incluso antes de darse la vuelta. Ella había sido consciente de su presencia, allí de pie mirándola y se sentía extrañamente tranquila siendo observada por aquel desconocido. Ella lo miró y sintió la instantánea chispa de conexión que sólo había experimentado una vez antes. Caminó lentamente hacia ella manteniendo su mirada fija en la de ella. Sentía como el reencuentro de un amigo perdido hace mucho tiempo – y no como un extraño en una extraña playa.
Más tarde, sentado en uno de los muchos bares de la localidad, bebiendo los cócteles locales empezaron a hablar. Primeros cumplidos, sus hoteles, la calidad de la comida y la amabilidad de la gente. Su conversación era extrañamente indecisa teniendo en cuenta la naturalidad y la confianza de su encuentro. Los allí presente, sin embargo, se habían dado cuenta del coqueteo sutil, de la complicidad de sus miradas y de los pequeños gestos de amor que afloraban. Más tarde, después de que el alcohol había tomado un poco el control y había relajado la tensión del momento, profundizaron en la conversación. Hablaron de por qué estaban allí, por último, en contra de su juicio, Tania, con toda naturalidad empezó a hablar sobre su dolor del pasado y cómo los acontecimientos la habían llevado de vuelta al lugar donde se había casado con el único hombre que ella creía que podría amar. Ella le habló de las cosas que guardaba en lo más profundo de su ser, cosas que jamás pensó decirle a nadie. Ella le contó cómo se había sentido después de que ella había perdido a su bebé.
Ella cumplía seis meses de embarazo y hasta ese momento se sentía la mujer más feliz del mundo, pero a partir de ese día, a partir de la pérdida de su bebe comenzó su calvario. Ella estaba en casa de su madre porque Jaime estaba trabajando fuera de la ciudad. El médico le había dicho que era sólo una de esas cosas, que podían volver a intentarlo. Pero, ¿cómo podría ella cuando  ni siquiera podía mirar a Jaime a los ojos? Lo odiaba entonces, por no estar allí, por no acompañarla en su dolor, pero más que nada por ver como se llevaba a su bebe solo tres horas después de aquella desdicha. A lo largo de los siguientes meses se había alejado de su marido, de su familia y de sus amigos. No queriéndose recuperar del dolor que sentía – pues sentía que habría sido una traición a su hijo. En el funeral se había negado a estar junto a su marido y al día siguiente lo había dejado.
Mirando hacia arriba, Tania podía ver su dolor reflejado en los ojos de aquel hombre. Por primera vez en meses no se sentía sola, sintió que la pesada carga comenzaba a despegarse de ella, solamente un poco, pero era un comienzo. Ella empezó a creer que tal vez tenía un futuro después de todo y tal vez podría ser con este hombre, con sus amables ojos color avellana, llenos de lágrimas  compartidas tras conocer aquella desoladora y triste historia.
Había venido aquí para disolver su matrimonio, pero tal vez  había esperanza. Tania se puso de pie y tomó Jaime de la mano y lo llevó lejos de la barra hacia aquel lugar donde había hecho sus votos  hacía tres años. Mañana se haría efectivo el divorcio. Esta noche se iba a dedicar a la renovación de sus promesas, esta vez de la mano de un perfecto desconocido, con la esperanza de que esta vez si fuese para siempre.
En aquel instante deseó que su regreso al paraíso sirviera para algo mas que para pasar el amargo trago de un divorcio.

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