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SUEÑOS ROTOS

Sueños rotos. Desde muy niños compartían barrio, colegio y juegos. No estaban especialmente predestinados el uno para el otro, pero sí que con el paso del tiempo nació entre ellos el amor. Es difícil pasar de ser amigos de toda la vida a ser pareja, pero aun con las dificultades que ello conlleva Carmen y Manuel dieron el paso y comenzaron una vida en común unidos por el amor. El comienzo fue un poco extraño, pero poco a poco se fueron acostumbrando a su nueva situación y el vínculo del amor los unió fuertemente.

En su primera etapa se divertían, salían a pasear, de fiesta, a discotecas y pubs, no se perdían una, en verano la playa y las fiestas que entorno a la playa acontecían. Su amor fue creciendo cada vez más su relación fue madurando hasta límites que ni ellos mismos sospechaban. Vivieron una etapa muy bonita y romántica, aunque lógicamente alguna discusión que otra también tuvieron, pero que sería el amor sin esas discusiones y sin esas maravillosas reconciliaciones que te van engrandeciendo y te van haciendo crecer dentro de la pareja. No hay amor sin sus discusiones y el que crea lo contrario está muy equivocado, pues no es fácil la convivencia y alguna que otra vez se está en desacuerdo con la otra persona y aun sin querer es inevitable la discusión, riña o enfado, unas veces de más importancia y otras no tanto, pero desacuerdo y discusión al fin y al cabo.

La relación se formalizó en el momento en el que a Manuel se le permitió la entrada en casa de Carmen, pues es costumbre en el pueblo que el novio no entre en casa de la novia hasta ya pasado un buen periodo de noviazgo. Tras la entrada de Manuel en casa de Carmen era ella la que debía hacer ahora acto de presencia en casa de Manuel, esto suponía por parte de ambas familias la aceptación del noviazgo y el permiso para continuar con dicha relación. Quizás todo esto suene un poco retrograda, pero era la costumbre que había en el pueblo y era de obligado cumplimiento desde tiempos ancestrales.

Ya habían pasado unos años y el siguiente paso era ir preparando todo para el matrimonio. Con toda la ilusión del mundo empezaron a juntar las primeras cosas necesarias para vivir en casa como una nueva familia. Ese es un paso que si bien para los chicos no es tan importante, para las chicas sí que lo es, ellas sí que disfrutan con toda esta parafernalia, ponen en ello toda su ilusión pues saben que es el deseado camino hacia el matrimonio y mientras más cosas puedan ir juntando, más cerca estará el maravilloso y mágico día en que puedan vestirse de blanco y ante el altar consagrar su amor al hombre al que aman.
Carmen lo vivía intensamente y afortunadamente para ella Carlos también participaba activamente y contribuía aportando el sueldo que ganaba trabajando como mozo de almacén. Esto hacía doblemente feliz a Carmen, pues la gran mayoría de sus amigas no contaban con la atención de sus novios para estos menesteres. Carlos la acompañaba en sus compras y la ayudaba a tomar decisiones, aunque no siempre coincidían en sus gustos, pero Carlos siempre dejaba la última opinión en manos de Carmen pues sabía que realmente era ella quien iba a estar a cargo del hogar y la que debía estar a gusto con todo.

El camino era lento, pero poco a poco iban incrementando su ajuar hasta que se hizo necesario tener un lugar donde ir colocando todo. Fue entonces cuando decidieron buscar una casa, algo adecuado a sus necesidades y posibilidades. Este era un paso muy importante, había llegado el momento de elegir un hogar, de decidir donde querían vivir para el resto de sus días. Visitaron varias casas hasta que encontraron una que más o menos se adaptaba a lo que ellos tenían en mente y en un lugar tranquilo y acogedor.

Terminaron de prepararlo todo, con mucha ilusión y mucho amor, cada momento vivido iba dejando su huella y la felicidad los alentaba en el día a día. Cuando todo estuvo a su gusto fijaron la fecha del enlace matrimonial. En aquel pequeño pueblo una boda era todo un acontecimiento y todos los vecinos vivían como suya aquella ceremonia.

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Llego el gran día y Carmen lucía radiante, vestida de blanco como siempre lo había soñado. Para el camino hacia la iglesia habían elegido un pequeño carruaje tirado por dos blancos corceles que a tal evento los tenía dedicado su dueño, un vecino y amigo de la feliz pareja que ese día contraían matrimonio. En la iglesia, como es tradición, espera el novio a que llegue su amada para unirse a él en santo matrimonio. Al fin la novia hace su entrada triunfal, para al pie de la escalinata que lleva hacia la gran entrada del templo por donde feliz y sonriente, pero con muchos nervios, baja el apuesto novio a recibir a su princesa, porque toda novia se siente princesa en ese momento y todo novio sabe que esa es su princesa, aquella con la que va a compartir su vida y sus sueños. Todo fue inolvidable, la llegada al templo, la ceremonia, la salida del templo ya como marido y mujer, la celebración del banquete nupcial y unas merecidas aunque modestas vacaciones en un lugar de ensueños.

Tras todo el ritual comenzó la verdadera vida en común, la vida en familia, con todo lo que ello conlleva, todo un cuento de hadas para ellos y todo un reto día a día para mantener y llevar adelante todo aquello que con tanta ilusión habían estado preparando durante tanto tiempo. A la nueva situación de sus vidas también se agregaron algunos cambios, Manuel ascendió en la empresa y paso a un cargo de mayor importancia y responsabilidad y consecuentemente le reportaba mayores ingresos. Este también fue un cambio importante, pues incrementar los ingresos que llegan a casa aporta más tranquilidad y disponibilidad para abarcar a más. Todo había comenzado viento en popa, la vida les sonreía y la felicidad era inmensa.

Fue a raíz del ascenso de Manuel en la empresa cuando éste comenzó a cambiar. La llegada a casa era más tarde, dado que la nueva responsabilidad exigía más dedicación y más tiempo de trabajo. Manuel empezó a cambiar su carácter, empezó a estar como enfadado siempre, huraño, irritable y poco comunicador. Carmen trataba de averiguar qué era lo que estaba pasando, pero Manuel no contaba nada, no daba explicaciones de lo que le ocurría, del porqué de su carácter. Manuel que siempre había sido amable y conversador se estaba volviendo un desconocido. A veces después del trabajo se quedaba en el bar y llegaba a casa mucho más tarde y en un pésimo estado. Esto empezó a hacer sufrir a Carmen, que estaba viendo que algo estaba pasando y no podía hacer nada para solucionarlo.

En su cabeza rondaba la idea de que Manuel estuviese interesado en otra mujer y esto despertó los celos en Carmen, las discusiones comenzaron y la sombra se cernía sobre ellos. Carmen ante sus sospechas infundadas comenzó a espiar a Manuel, incluso lo esperaba a escondidas a la salida de su trabajo y lo seguía para tratar de averiguar si sus sospechas eran ciertas, pero en ninguna de las ocasiones vio el más mínimo indicio de ello. Manuel salía de su trabajo, se dirigía a un bar cercano que había y allí pasaba el tiempo bebiendo y fumando hasta que decidía de volver a casa. Esto en cierto modo dio algo de tranquilidad a Carmen al comprobar que no tenía nada que temer en ese aspecto, al menos le seguía siendo fiel.

Así transcurrió el tiempo, cada vez con más discusiones y enfados, sin que ninguno de ellos hiciera nada por tratar de poner fin a aquella extraña situación que de la noche a la mañana se les había presentado.

Sorprendentemente y cuando ya había pasado casi un año y medio desde que empezaron sus problemas, Manuel llegó a casa temprano, sobrio y decidido a hablar con Carmen y explicarle lo que estaba pasando. Carmen no podía dar crédito a lo que Manuel le estaba diciendo, como era posible que de la noche a la mañana Manuel había dejado de quererla, esto no se lo podía creer, sonaba a excusa, pues a pesar de todo lo que estaba pasando Carmen sentía que él aun la quería. Carmen una y otra vez insistía en que le dijese la verdad, que no le pusiese excusas sin sentido, con una pena que la ahogaba y un llanto desconsolado rogaba a Manuel que le dijese la verdad, que fuese valiente y le contara la verdadera naturaleza del problema.

Ante tales ruegos y viendo el sufrimiento de Carmen, Manuel tomo aire profundamente y le conto la verdad de lo que le estaba ocurriendo, sus dura y triste verdad. La verdad de todo lo que ocurría era que Manuel no quería aquella vida, no quería seguir siendo esclavo de un trabajo y de una casa, pues era así como se sentía desde que se había casado con Carmen. No disponía de tiempo para sí mismo, no podía disponer del sueldo que ganaba pues hacía falta para la casa y para vivir. Su vida se había convertido en una pesada carga para él, que no estaba dispuesto a llevar durante todo el resto de su vida. Carmen quedó muda, no supo que decir, no podía dar crédito a aquello, no se podía creer que Manuel pensara de esa manera y sobre todo como aquellas duras palabras atravesaban su corazón como si de lanzas se tratasen, hiriéndola en lo más profundo de su ser y destrozando en un instante su vida y sus sueños, aquellos maravillosos sueños que un día decidió vivir junto a Manuel.

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