He aquí la historia de una de nuestras amigas. Esto es lo que se puede llamar un sueño hecho realidad, disfrútenla.
Todo empezó con un sueño. Un sueño que nunca debí tener. Yo no lo veía con esos ojos, yo no pensaba en él. Por qué habría de hacerlo? Éramos amigos y ya. Hasta que soñé con él. Y ya no lo pude evitar.
Él era prohibido en todos los aspectos. Es mi amigo, es como familia, y está casado. Él no se supone que exista para mí. Hasta que un día empezó a existir.
Una noche me fui a dormir. Estaba cansada y desanimada. Los ajetreos del día me robaron mi energía y mi cuerpo me pedía cama. Esa noche cerré los ojos y empecé a soñar.
El me miraba de una forma distinta, de una forma a la cual yo no estaba acostumbrada. La esposa estaba hacia el otro lado del cuarto sin darse cuenta de lo que estaba pasando.
Mi corazón latía muy rápido, tan rápido como mi respiración. Mi cabeza se llenaba de preguntas mientras mi cuerpo avanzaba sin esperar las respuestas. El me agarro de la mano y me saco del cuarto rápido y sigilosamente para que no nos vieran. Parecíamos espías con miedo a ser descubiertos.
Ya fuera de peligro, puso sus manos alrededor de mi cintura y me acerco hacia él. Me miraba a los ojos fijamente sin apartar la vista ni un segundo. Pude ver el deseo en sus ojos y lo pude sentir en sus manos. Mis piernas temblaban. Mi cuerpo y sus ojos hablaban por nosotros ya que nuestras bocas no se dignaban a hablar.
El no aguanto más y me beso. Aquel beso hizo que me estremeciera y que mi corazón se volviera más loco. El sabor de su boca y sus manos tocándome hicieron que se me olvidara que tenía una esposa. Me deje llevar por él y por el deseo sin preguntarme ni una vez que locura estaba haciendo.
Me desperté antes de que pasara más nada. La gota de sudor que corría por mi mente llego a su fin en mi almohada, y mi corazón latía tan rápido como en el sueño. «No pasa nada,» pensé. «Fue solo un sueño.» Yo a él no lo veía mucho, casi nunca. Yo estaba tranquila. Fue un sueño nada más. Me lo repetí tantas veces pero nunca lo creí en verdad.
Soñé una, dos, tres, cuatro veces con él. Cada sueño más intenso que el otro, pero nunca pasaba nada pues el despertador no me dejaba. Yo lo empecé a ver más a menudo por cosas del destino y el universo, y yo sin parar de soñar.
Me costaba verlo a la cara, pues cuando lo hacia lo único que pensaba era en sus besos, caricias, y la tensión que había entre los dos. Su esposa me saludaba y yo sintiéndome culpable por lo que me estaba pasando.
Le empecé a coquetear a él sin querer, y el a devolverme el coqueteo. Los dos sabíamos que nos pasaba algo, pero ninguno hacia nada. Por miedo y porque es prohibido.El seguía visitando en sueños, y yo lo visitaba en la realidad. Nos atormentábamos mutuamente esperando con ansias cuando el otro iba a explotar.
La explosión sucedió a la vez en los dos. El closet de su negocio nos invitó y volvimos mis sueños una realidad. A escondidas saciamos nuestras ganas que tenían meses creciendo sin parar.
El me pidió que por favor le buscara un sobre en el closet. Yo fui y no lo encontré. Lo llame desde el closet y le dije que no había. El entro y lo busco y tampoco lo encontró. Yo estaba parada al lado de él buscando. Los dos nos agachamos para buscar en el estante de abajo y nuestras caras se encontraron.
Cerca, muy cerca. Yo podía oler su colonia de esas de las cara e exquisitas. Seguro el olio el mío al que una vez me inocentemente me dijo que le gustaba. Mi miro a los ojos y a los labios y tomo mi mano. Me ayudo a ponerme en pie, y yo me voltee para salir del closet.
Pero no me dejo. Él no había soltado mi mano todavía. Me jalo hacia él, puso mis brazos alrededor de su cuello, y me dijo que sabía que estaba haciendo algo indebido y que lo perdonara, pero que las ganas podían más que él.
Las ganas pudieron más que yo también.
Me quede callada y lo aleje de mí. Seguí mi camino hacia la puerta del closet (era un closet grande por cierto) y la cerré. Me di la vuelta y él estaba justo atrás de mí con una sonrisa pícara en la cara.
Me dijo que pensó por un momento que me iba a ir y dejarlo así. Yo le dije que ya aunque quisiera no había nada que pudiera sacarme del closet. Le dije que el parecía un imán y yo un débil clavo de metal. Él se me acerco más y puso sus manos alrededor de mi cintura y me dijo que yo parecía una bruja porque lo tenía hechizado.
Ya esta vez fui yo la que no aguanto y lo bese. Lo bese como nunca, ni como en mis sueños. El apago la luz y apretó contra la pared.
Todo fue mágico, tan irreal. Ni mis sueños pudieron competir con ese momento. El, el closet, y yo fuimos cómplices de una pasión prohibida que no se pudo contener.
Todavía lo veo a menudo por el destino o el universo. Su esposa ya no es su esposa por razones de la vida y no por mí. El closet sigue siendo nuestro cuando las ganas se ponen muy fuertes. Él me dice siempre que me ama y me pregunta que fue lo que nos pasó.
Yo siempre le digo que todo empezó una noche, que todo empezó con un sueño.