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LA VERDAD AL DESCUBIERTO

El destino quiso que Alberto se reencontrara con Silvana. Ambos formaban una perfecta combinación, él enamoradizo y ella toda una seductora a la cual le encantaba el juego del amor.

En el pasado, Alberto y Silvana habían sido pareja, pero su relación fue tormentosa desde el principio y terminó por acabarse. Ambos rehicieron sus vidas, se casaron y formaron una familia y vivieron felices hasta que se produjo dicho reencuentro.

Tras tantos años, las rencillas que existieron entre ambos carecían de importancia, así que iniciaron una nueva etapa de amistad, con cordura, dejando atrás todas aquellas tonterías de juventud que terminaron por separarlos.

Cada día coincidían en el transporte público de camino a su trabajo y como adultos civilizados conversaban, incluso alguna que otra vez tomaron juntos un café antes de incorporarse cada uno a su puesto de trabajo. Por parte de Alberto no existía interés alguno por Silvana, quizás por parte de ella tampoco, pero el tiempo se encargaría de ponérselo difícil, por lo menos a Alberto, que sin saberlo terminaría por enamorarse de ella.

El verse a diario, dio tiempo para que pudiesen conocerse más a fondo. Cada día que pasaba se confiaban más cosas el uno al otro, hasta que surgió el tema de su relación del pasado. A pequeños retazos Silvana contaba cosas del pasado, de lo mal que lo pasó con la ruptura de su relación, de cuanto lo había echado de menos y de cuanto había llorado por él.

Todos estos datos se estaban convirtiendo en una droga para Alberto, cada día estaba deseando encontrarse con ella para saber más, para conocer más detalles del porque no llegaron a entenderse en el pasado y mientras más detalles conocía, más quería saber, hasta hacerse casi enfermizo el deseo de conocer y escudriñar en el pasado. Silvana comenzó también a darle detalles de su actual vida sentimental, de lo insípida que le resultaba, del poco interés que tenía su pareja por ella. Una y otra vez repetía que no era feliz junto a su marido, que se había planteado muchas veces dejarlo y buscar la felicidad en otra persona, pero no siempre es fácil tomar este tipo de decisiones y ahí estaba, continuando con una farsa que la hacía cada día más desgraciada y más infeliz.

Toda esta ansia de conocimiento se volvió contra Alberto, quien por su condición enamoradiza y al margen de su vida matrimonial, comenzó a plantearse una relación con Silvana. La razón le decía que no podía ser, pero su pobre y débil corazón sucumbía a los encantos y a la exuberancia de Silvana.

Pero como decírselo, como planteárselo a ella y sobre todo que pasaría con su actual matrimonio si iniciaba esa relación con Silvana. La felicidad al lado de su esposa era plena, pero el deseo de estar con Silvana podía más que la razón, más que el amor que sentía hacia su esposa, aun a sabiendas que no podía ser, que se debía a la promesa que hizo en el altar el día de su boda, no podía contener aquel desenfrenado deseo. Durante un tiempo estuvo torturándose con esta idea, hasta que tomo la firme decisión de hacerle saber a Silvana lo que sentía por ella, su deseo, su necesidad de amarla y sentirla al menos una vez y luego continuar cada uno con sus vidas. No sabía la reacción de ella, ni siquiera si ella lo aceptaría, quizás ella no estuviese de acuerdo, incluso puede que lo rechazara, pero en sus adentros él sabía que ella también lo amaba y sentía lo mismo por él, que él sentía por ella.

Se convenció a sí mismo que si yacía con ella solo una vez, el pecado no sería tan grave, incluso se podría decir que no era un pecado, solo satisfacer un incontrolado deseo y luego se olvidaría de ella.
Decidido y convencido de lo que iba a hacer, se puso manos a la obra para preparar la situación y buscar el momento adecuado para tratar de seducir a Silvana y sentir como ella se rendía a sus brazos.

Como un adolescente se preparó para la ocasión y salió en busca de Silvana, poniendo a su esposa la excusa de una reunión de trabajo, marchó hacia un centro comercial cercano donde Silvana solía parar después del trabajo para tomar café y despejarse de la tensión que soportaba en su trabajo diariamente.

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En el transcurso del camino iba recordando aquellas miradas de complicidad de ella, aquellos gestos cariñosos que le demostraba, su mirada, su sonrisa, todas aquellas veces que estuvo a punto de besarla, pero que no se atrevió por prudencia. Todo apuntaba que ella también lo deseaba a él y que en ella también latía aquel deseo de estar con él.

Pensó en hacerse el encontradizo y aprovechando el fortuito encuentro invitarla a cenar. En la cena usaría todas sus dotes seductoras, abordaría sutilmente el tema para luego ir pasando a la acción. Tras una intensa mirada se aproximaría a ella y la besaría con deseo, entregando todo en ese beso y el resto ya improvisaría según aconteciera.

Con el plan perfectamente urdido, pasó al interior del centro comercial portando una rosa roja en su mano y se dirigió al bar donde estaba Silvana. Estaba nervioso como un adolescente que va a buscar a su chica por primera vez. Al llegar divisó su silueta ocupando su sitio de costumbre, lucia esplendida, irradiaba belleza, pero no estaba sola, un chico la acompañaba a la mesa.

Esto no lo tenía previsto así que decidió esperar un poco y ver que ocurría. No era la situación más adecuada para llevar su plan a cabo, pero ya que se había decidido a ejecutarlo esperaría hasta que ella se quedase sola para así acercarse y poner todo a rodar.

La situación entre Silvana y aquel desconocido era un poco extraña, no parecía ser un desconocido para ella ya que estaban muy próximos el uno al otro, y la expresión de ambos, sus risas y comentarios, hacían pensar que se conocían más que de sobra.

Alberto tenía claro que no era el esposo de Silvana, pero entonces quien era aquel desconocido que tan estrecha relación parecía tener con ella, quizás algún familiar. Seguro, eso era, debía ser algún familiar de Silvana que se había encontrado con ella y celebraban el encuentro. Alberto decidió aproximarse un poco más para ver más de cerca lo que ocurría.

Cual no fue su sorpresa cuando él tomó la mano de Silvana y tras una pequeña mirada se aproximó y besó a Silvana, en los labios, con toda naturalidad. Estaba claro que no era un familiar, aquel beso era más de amor, de pasión o de cualquier otra cosa menos un beso familiar.

Alberto quedó estupefacto ante aquella situación y mucho más aun cuando advirtió que Silvana se percató  de su presencia, le dedicó una ligera sonrisa y continuó con lo que estaba haciendo, besando intensamente a aquel desconocido, con pasión y deseo. Todo se desmoronó al momento, que clase de juego se traía entre manos Silvana, que clase de persona era y sobre todo que intenciones tenía.

Alberto dio media vuelta y se dirigió a casa, se sintió traicionado, sintió que habían estado riéndose de él y decidió poner punto y final a aquella ridícula experiencia que había vivido.

Se sintió más culpable que nunca de haber antepuesto a otra en el lugar de su esposa, de haber antepuesto su amor de toda la vida ante un frustrado y sucio amor basado en el falso deseo que habían despertado en él por el mero hecho de jugar con sus sentimientos.

Que duro resulta abrir los ojos y descubrir la verdad, descubrir que desde un principio te han estado tomando el pelo, que solo han jugado con tus sentimientos, que nunca hubo nada de verdad en lo que ocurría, que cada palabra, cada gesto, cada acontecimiento no era más que una burla hacia tu persona y hacia tu ser.

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Historiasromanticas

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