Ciertamente no hay más ciego que el que no quiere ver, pero con toda seguridad quien no puede ver es quien mejor ve.
Desde muy niña ya vivía acomplejada por lo poco agraciada que era en cuanto a belleza. Herminia era el centro de burla de todas sus amistades, no seguía ninguno de los estereotipos de belleza que hay. No tenía un físico llamativo, de estatura más bien baja, su cuerpo un poco rechoncho y su cara poco agraciada, su expresión era casi un cuadro abstracto, daba más pena que otra cosa. Por todo eso era que sus amigos se burlaban de ella. Esto producía gran malestar a Herminia y se sentía desdichada. Fue creciendo y no le quedó más remedio que acostumbrarse a las continuas burlas de los que la rodeaban, pero aun así no llegó nunca a sentirse a gusto consigo misma, repudiaba aquella extraña belleza que Dios le había dado.
Como toda joven soñaba con cuentos de hadas, pero en su interior sabía que para ella no había ese tipo de cuentos. Se tenía que resignar a vivir la vida que le había tocado, pues por muchos tratamientos de belleza que existiesen, no estaban a su alcance ya que nació en el seno de una familia humilde que con muchos esfuerzos conseguían sobrevivir y no se podían permitir ese tipo de gastos.
Todo lo que la vida le había negado en cuanto a belleza se lo había recompensado en belleza interior. Su corazón era noble y puro, se desvivía por ayudar a los demás, su comportamiento era ejemplar, aun cuando era objeto de burlas siempre ofrecía su mejor sonrisa. Nunca se le escuchó una mala contestación ni una burla o comentario negativo hacia los demás. En su interior era todo belleza, ahí Dios se había esmerado al máximo, no tenía ni un solo defecto.
El tiempo iba pasando y Herminia iba creciendo, se iba haciendo cada vez más madura. Entro en la etapa en la que todo adolescente empieza con la búsqueda del amor, la búsqueda de una persona especial con la que compartir su vida, pero esta tarea estaba un poco complicada para ella.
Poco a poco cada una de sus amigas fueron encontrando a sus respectivas parejas, hasta que llegó un momento en que Herminia se quedó sola, sin amigas con las que salir de paseo. Entonces sintió una tremenda y escalofriante soledad. Se sintió la persona más desdichada del mundo. De vez en cuando solía ir al parque y se sentaba en un banco y desde allí contemplaba el mundo que la rodeaba, el ir y venir de la gente, el canto de los pájaros, la naturaleza, sentía como el aire acariciaba su poco agraciado rostro, como el sol llenaba todo de vida con su presencia, como las parejas derrochaban su amor sin ser conscientes del preciado bien que poseían. Contemplando todo esto, Herminia imaginaba cual feliz no sería si encontrara el amor, si encontrara alguien con quien compartir todo aquello, alguien que aporte a su vida ese granito de felicidad sobre la que se construye el mundo.
Un ataque de realidad invadió su mente y vio con claridad que siempre estaría sola, que el amor no estaba hecho para ella, que su amorfa belleza no gustaría nunca a nadie y no pudo evitar reclamar al cielo “por qué a mí” “por qué yo” “que pecado he cometido para merecer tal castigo” y lloró, derramó lágrimas de amargura ante tal desdicha.
Una voz que provenía de un lateral acallaba su llanto, “no llores, no estés triste, no me gusta oír llorar a un ángel”. Estas palabras llamaron la atención de Herminia. Avergonzada al sentirse observada en tal situación dijo “perdón”. Giro la cabeza y comprobó como un apuesto joven que estaba sentado en al banco de al lado la observaba atentamente. “No soy ningún ángel” dijo Herminia, pero este chico estuvo en desacuerdo con ella, “si hablas con Dios sí que eres un ángel”. Estas palabras sacaron una sonrisa a Herminia y no pudo evitar sonrojarse.
El chico permanecía en su banco sentado, acompañado de su perro, esperando algún nuevo comentario por parte de Herminia. Viendo que no hablaba le pidió que se acercara hasta su banco. Herminia, educada donde las haya, se acercó hasta su banco y cortésmente se presentó, hola, soy Herminia, yo Carlos dijo el chico estrechando cálidamente su mano. Siéntate y cuéntame que te ocurre, cuéntame por qué reclamas a Dios y cuál es el motivo de tal llanto.
Herminia un poco reacia a contar a un desconocido el motivo de su disgusto, se dirigió a Carlos y se lo hizo saber. Carlos nuevamente contrarió a Herminia, no soy ningún desconocido, Soy Carlos, recuerdas, acabamos de presentarnos, por lo tanto ya no somos desconocidos, al menos no del todo. Este punto de vista nuevamente saco una sonrisa a Herminia, quien poco a poco se le iba pasando aquella tremenda angustia que la abordó súbitamente.
Tienes razón, añadió ella, no somos del todo desconocidos y puesto que no tengo nada mejor que hacer te lo voy a contar, aunque solo sea para desahogarme un poco, pues hoy no tengo un buen día, hoy es uno de esos días en los que es mejor no levantarse de la cama.
Bueno, seguro que no es tan grave el problema que te atañe, añadió Carlos, ten presente que por mal que estemos, siempre hay alguien que lo está pasando peor que nosotros. En eso estoy de acuerdo contigo dijo Herminia un poco más relajada. Bueno cuéntame añadió Carlos, que nos desviamos del tema, aunque en el tono de tu voz se nota que ya estás más tranquila, si prefieres dejarlo estás en todo tu derecho. Por supuesto que no, he dicho que te lo voy a contar y yo cumplo siempre con lo que digo. Herminia tomo aire profundamente, cayó por un momento y luego comenzó a narrar su historia. Comenzó por su niñez, desde que tenía recuerdos de su desgraciada belleza, de cuantas burlas había tenido que aguantar por parte de los demás, de lo poco a gusto que siempre había estado consigo misma, de las dificultades que le había tocado vivir, de lo sola que siempre había estado. Carlos seguía atento todo lo que Herminia le iba contando. Continuó ella con su etapa adolescente, con la búsqueda del amor y lo rechazada que siempre se había sentido y la pena tan grande que esto suponía para su desolado corazón. En cada etapa iba contando pequeños detalles de determinadas historias significativas y Carlos escuchaba atento y exponía su punto de vista. Para terminar añadió su soledad, su fría y dura soledad, todas sus amigas se habían emparejado y ella se había quedado sola, eso era lo más difícil de llevar día a día. Tras haberse desahogado se quedó tranquila, relajada y triste.
Ambos quedaron callados por un momento. Es triste, Comento Carlos al cabo de unos minutos, como es posible que no vean tu belleza. No te burles de mí por favor dijo Herminia, no lo hago, es la verdad lo que te estoy diciendo, ¿Qué ve la gente cuando te mira? Pues está muy claro, dijo Herminia, salta a la vista, hay que estar ciego para no ver lo que hay. Puede que tengas razón añadió Carlos, no lo sé, pero de lo que estoy seguro es de tu belleza, de eso no tengo ninguna duda. Pero mírame bien, soy fea, bajita, rechoncha y doy más pena que otra cosa.
Eres amble, Interrumpió Carlos, sincera, agradable, dulce, sencilla, amistosa, conversadora, sentimental, por lo que me has contado tienes muy buen corazón, que más belleza quieres tener. La belleza que tú me propones yo no puedo verla, Dios me negó la vista, soy ciego, y por lo tanto la belleza de la que tú me hablas carece de sentido para mí, a cambio de mi defecto en la vista he desarrollado la vista interior, esa vista que nadie usa, esa de la que todos disponemos, pero que no usamos nunca, preferimos ver con los ojos de la cara, a los que fácilmente se puede engañar y no vemos con los ojos del alma.
Herminia no supo que decir, se quedó un poco bloqueada ante las palabras de Carlos, para ella era muy hermoso lo que él le había dicho, nunca alguien se había molestado en decirle tales palabras de alabanza. Por primera vez se sintió importante y dejó de verse fea, se sintió especial y experimentó un fluir de felicidad por su cuerpo. Una maravillosa sonrisa dibujó su cara y ciertamente parecía otra.
Percibo que estás contenta, dijo Carlos, aunque no digas nada sé que estas feliz. Gracias, dijo ella entusiasmada, nunca antes me habían tratado así, tus palabras me han hecho verlo todo desde otro punto de vista, un punto de vista que antes no me había planteado.
No tienes que dar las gracias, dijo Carlos, yo solo digo lo que veo. Quisiera proponerte algo. ¿Te importa que te vea mañana aquí, en este mismo lugar? Ella acepto encantada. Desde ese momento comenzó una nueva etapa en la vida de Herminia, una vida junto a Carlos, un chico que la miró con los ojos del alma y vio la verdadera belleza que había en ella.
Johnk196 dice
Hey esto es un gran poste. Puedo utilizar una porcin en ella en mi sitio? Por supuesto ligara a su sitio as que la gente podra leer el artculo completo si ella quiso a. Agradece cualquier manera.
admin dice
Sí, por supuesto que puedes.
Daniela_alg dice
Excelente post! Te hace sentir la historia.Me encantó <3