Uno de nuestros lectores nos ha enviado esta historia en la que nos cuenta lo difícil que le resulta olvidarse de un amor «clandestino» que compartió con otra mujer. Prefiere hacerlo de forma anónima y como tal no mencionamos el nombre de él por expreso deseo. Esperamos que os guste.
Pensé que sería más fácil, que no me costaría tanto, pero a día de hoy he de reconocer que no es nada fácil olvidarse de un amor verdadero.
No tardé mucho tiempo en enamorarme de Eva y ella de mí, pero desde el primer momento teníamos todo en contra. El motivo es que nuestro amor era un amor prohibido. Sí prohibido, pues Eva era casada y yo también pero sin querer nos enamoramos y vivimos una corta pero intensa historia de amor. El poco tiempo que compartimos juntos me hizo
sentir como un adolescente y ella se sentía igual, joven y llena de vida. Al principio pensamos (más bien yo que ella) que podría controlarlo, que viviría aquella historia clandestina durante un tiempo pero luego le pondría fin. Así se lo hice saber a Eva y ella estuvo de acuerdo, pero en el amor no se pueden hacer planes pues cuando la razón se nubla y el corazón manda y gobierna todo cambia radicalmente.
En un principio solo era una historia de sexo, nada serio, solo encuentros esporádicos en los que dábamos rienda suelta a nuestros instintos, una experiencia nueva que vivir y aunque no es cosa que este bien vista y yo soy el primero que lo reconoce, como se suele decir a nadie amarga un dulce. La cuestión es que lo que comenzó como una aventurilla comenzó a tomar un serio camino y ya eso hizo que nos replanteáramos la situación. Yo no quería hacer más daño a mi mujer y ella también empezó a sentirse mal por la situación, no quería seguir engañando a su marido, así que lo hablamos tranquilamente y de forma civilizada y los dos estuvimos de acuerdo en que había que poner fin a aquello antes de que perdiéramos por completo el control de la situación.
Como fue cosa de los dos de mutuo acuerdo, pensé que podría hacerlo sin ningún problema, sin esfuerzo, igual que había empezado, de la nada, se acabaría de un día para otro. Ella tomó su camino y yo el mío, no volvimos a vernos más, ni llamarnos por teléfono, cortamos radicalmente aquella loca aventura que ya desde el principio sabíamos que tendría corta vida.
Los primeros días no pensaba mucho en la situación, ni en ella, más o menos lo llevaba bien. Me dedique a mi mujer y a tratar de seguir haciéndola feliz, pero supongo que será inevitable volver el pensamiento atrás y recordar lo vivido con ella. Al cabo de dos semanas sin verla no podía evitar recordar sus besos, sus caricias, sus abrazos y todas aquellas cosas que juntos vivimos, deseaba volver a verla, a abrazarla, a besarla y sentir el roce de su piel sobre mi piel, pero me mantuve firme en mi decisión de no volver a verla y así lo hice.
Ya hace cuatro años de aquello y no hay un día que no me acuerde de ella, que desee verla y estar con ella, pero sé que no es posible, no quiero destruir mi matrimonio pues amo a mi mujer, ni tampoco quiero ser el causante de la ruptura del suyo. Supongo que esta “tortura” es el precio que he de pagar por la infidelidad cometida y así lo acepto, pero el amor que siento por Eva no creo que desaparezca nunca.
alexander deleon dice
que asco da ver estos post de gente despreciable.